Entrevista a Noelia Alí chelista y cantante.
Desde su infancia supo que su pasión estaría en la música, y a la edad de cuatro años decidió quien sería su acompañante de por vida: el violonchelo. Si bien ha pasado por altibajos en su carrera musical hoy tiene en claro lo que busca profesionalmente. “Todo tiene que ser distinto, cohesivo, innovador y creativo”, asegura.
La joven chelista mostró una imagen solemne digna de alguien que porta semejante instrumento, sus orígenes en la música derivan de su familia que con ella ya suman tres generaciones dedicadas al ambiente musical. Pese a que con su fiel compañero el Chelo tiene una relación de “amor y odio” no faltó al encuentro en una cafetería, y a causa de su gran tamaño y fragilidad-si bien estaba protegido en su funda-tomó varios minutos ubicarlo en una posición en la que estuviera seguro.
El chelo al igual que su dueña simboliza un ansia por la extravagancia, esto se demuestra en que ella no quiso que su instrumento tuviera las mismas cuerdas color plata que todos los violonchelos portan, y por este motivo su chelo es uno de los pocos –sino el único – que lleva cuerdas doradas que son traídas desde el exterior.
Noelia Alí tiene 26 años e integra la Orquesta de Tres de Febrero como chelista y en varias oportunidades tuvo la posibilidad de deleitar a la Casa Rosada con sus melodías. Además forma parte del coro de La UBA como cantante soprano y junto a este participó de un Concurso de música académica en Alemania donde consiguieron el oro.
En su infancia sus salidas fueron poco convencionales: solían llevarla al teatro Colón a escuchar conciertos corales de música contemporánea que le parecían “aburridísimos”, pero en uno de esos conciertos fue que con tan solo cuatro años ella quedó impresionada con un instrumento en particular.
“Yo quiero tocar el chelo”, afirmó como si repitiera sus palabras de aquel día. También memoriosa explicó que al salir del teatro esa misma tarde su padre la llevó a un negocio de instrumentos musicales y ella se “pegó a la vidriera” para ver el apreciado violonchelo que su papá le aseguró que cuando fuera más grande podría tener.
Hace más de 20 años que el chelo está en su “cabeza” y en su “corazón”, exterioriza orgullosa, pero también confiesa que a veces lo quiere “tirar por la ventana” y en ocasiones hasta lo besa.
Sobre su polarización de sentimientos con respecto al instrumento explicó que para poder dar una presentación necesita más de ocho horas diarias de práctica concentrada y en busca de detalles e innovación, y en determinado momento de su vida su auto exigencia causó que estuviera totalmente saturada y por eso llegó a abandonar temporariamente el conservatorio en el que estudiaba.
“Si queres que un amor dure para toda la vida no lo podes ahogar”, afirma para justificar sus dos años de alejamiento del Chelo que representan una mala época que sirvió para al retomar tomarse las cosas “con soda”.
A la pregunta de si se considera una “artista” responde con un silogismo interesante. “Un árbol es un árbol aunque este en crecimiento… Uno no deja de decirle al árbol, árbol, por que sea chiquito”, argumentó modestamente.
Su carácter denota ya su polémica mirada hacia todo tipo de convenciones, y ella confiesa que se cuestiona a menudo los programas de los conservatorios que enseñan una idea de música muy cerrada que no da lugar a lo nuevo.
Sus educadores le enseñaron que “música es desde el canto gregoriano a Piazzola, y ahí termino, después no es más música… fin”, pero ella no concuerda con esas premisas; y aunque se rodea de un ambiente académico, en lo musical no duda en disfrutar de otros horizontes sonoros. “Mi mp3 es esquizofrénico totalmente”, bromea.
Uno de sus grandes desafíos a nivel vocal fue en el concurso internacional que tuvo cede en Alemania. Esa competencia se componía en dos retos: música académica y música autóctona, y ella junto al coro se arriesgón a interpretar música tribal del norte de Salta. “Era la primera vez que participábamos, no teníamos intenciones de ganar”, cuenta, pero tuvo la gran bendición de conseguir la medalla de oro.
Para Noelia la esencia de un artista debe ser el poseer “una mirada distinta” y “las emociones muy a flor de piel”, y acerca de su carrera profesional tiene una meta muy clara, y es que todo lo que vaya hacer “lo haga de manera excelente”, apuntó.
Por Karen Jachnowiec.
Taller IV UNLaM
No hay comentarios:
Publicar un comentario